¿Se puede estar siempre alegre? (Plan A)

Sospecho que todos nos hemos preguntado alguna vez la misma duda que me plantea Amparo, a través de la web. ¿Cómo ser felices, sin estar ciegos o sordos a la realidad? ¿Acaso se puede ser feliz después de leer el periódico un día cualquiera, tras escuchar o ver un programa de noticias? Estafas, desempleo, infidelidades, asesinatos, guerras, venganzas, rencores… son la síntesis de tantas noticias, todos los días, cada día. Bastaría la noticia de «un papá y una mamá, ayudados por un equipo de médicos y legisladores, deciden acabar con la vida del bebé que han engendrado», para poner fin a la sonrisa de cualquiera. Y a diario sucede un millón de veces. Basta una miradita a la propia basura para que se te quiten las ganas de sonreír. El examen valiente y sincero de la conciencia personal desvela con claridad y precisión, de modo inmediato, las carencias personales y un pozo de egoísmo que conocemos bien aunque quisiéramos ignorar. Sí… ese diagnóstico puede cortar la felicidad a cualquiera. Si a nuestros pecados sumamos las tristezas derivadas de la enfermedad, la soledad y la muerte… podríamos caer fácilmente en la tentación de la tristeza, diciendo que la felicidad… no es posible. ¡Glup!

Sin embargo… ¡queremos ser felices! Y hay propuestas para conseguirlo. Son de dos tipos. El primer modelo se llama «evasión». Es la fórmula de la felicidad que nos ofertan constantemente desde anuncios, canciones, programas y películas. Si quieres ser feliz, evádete de tu realidad de hoy y cómprate una nueva. Así como cambias de teléfono, de ropa, de coche… puedes cambiar todo lo que ya no te guste. ¿No te gusta tu cuerpo? Compra uno nuevo. ¿Son tus padres los que te hacen sufrir? Puedes evadirte de ellos y dejarlos en el asilo. ¿Es la enfermedad de tu hijo la que te impide ser feliz? Abórtalo. No tiene sentido sufrir, pudiendo huir del sufrimiento. ¡Huye!

Todos cuantos hemos probado esa receta… hemos comprobado que funciona con eficacia durante un tiempo. Escapas de aquello que te tortura… te drogas con una dosis de felicidad… ¡y eres feliz! Pero… oh, oh… el peso de la verdad es demasiado grande. Un millón de mentiras no logran anular la verdad. Y antes o después… como esa maldita cana que he teñido tantas veces con éxito… vuelve a surgir un nuevo terremoto para mi felicidad. Así avanzamos, a base de drogas de corto efecto, hasta que la desesperación puede más… y decidimos dejarnos vencer definitivamente por la tristeza, que puede más que todas las drogas de corto alcance.

Conclusión del plan A: NO FUNCIONA. No es posible ser felices huyendo de la realidad, evitando los problemas. Antes o después, vence la desesperación. es cuestión de tiempo.

Pero… ¡atención! ¡Hay un plan B! Cuando parece que todo está perdido, que soy un caso sin solución y que el mundo entero es un gran estercolero ambientado con música de fiesta… ¡alguien presenta un plan para mi felicidad, que no tiene fecha de caducidad, sino que promete la felicidad eterna! A priori parece una locura, la paranoia de un tarado intelectual. Sin embargo, no tenemos nada que perder por escucharla, probarla y, si no funciona, dejarla en la basura junto al plan A. Démosle una opción. El candidato a enajenado nos dice lo siguiente: (continuará en el próximo post… Así le damos al plan B un poco de emoción…)