¿Qué sois? ¿Quién hay detrás de INFINITO MÁS UNO?

Las preguntas que me han llegado en una semana, desde que nació este blog, son muchas, variadas y todas interesantes. ¡Gracias! Es difícil seleccionar una sola, porque ninguna destaca ni sobra. Pero debo escoger. Perdón. Así que empiezo por algo que preguntan varias personas, con diferentes palabras: ¿Qué sois? ¿Quién hay detrás de INFINITO MÁS UNO ? ¿A qué grupo pertenecéis? ¿En qué equipo jugáis?

Chuchos-infinitomasuno-508x488Lo gracioso es que nunca me habían preguntado eso, en mis anteriores trabajos. Pero veo que si hablas de Dios… “identifíquese, por favor”. Pues atención… lo voy a decir. Ha llegado el momento de desnudarnos en público, con el riesgo de que algún analista sienta defraudadas sus expectativas. Somos… CHUCHOS. Sí… chuchos sin raza, sin pedigree, sin uniforme, inclasificables. Alguno podría pasar por pastor alemán, otro recuerda mucho a los labradores, otro tiene rasgos inequívocos de dálmata… pero que nadie se engañe. Somos chuchos. No nos parecemos ni siquiera entre nosotros mismos, porque al llegar aquí nadie fue preguntado quién era, de dónde venía, ni qué pensaba, creía o vivía. En INFINITO MÁS UNO respetamos la intimidad y la libertad de cada persona. Actuamos sin disfraz, sin caretas, sin disimulo, sin tapaderas, sin una estrategia de camuflaje o trabajo en la sombra, sin avergonzarnos de nuestra fe ni de nuestras dudas, sin hacer ostentación de virtudes ni de defectos, sin dar lecciones a nadie y sin dejar de compartir con todos lo que creemos y amamos. Somos, posiblemente, la raza más extendida de la tierra: chuchos callejeros. Nos movemos con libertad por cualquier barrio. Nuestro único amo y señor es Dios. Un amo que, contra la lógica habitual del eje “jefe – subordinado”, ha cambiado los papeles y se ha convertido en nuestro siervo y nuestro amigo. Es la lógica del amor. Con un amo que se hace esclavo, nosotros estamos aprendiendo a servir a todos. Por eso caminamos junto a cualquier persona, sin ningún límite, condición ni premisa. Nos acercamos también a quienes nos ladren o nos arrojen una piedra, si surgen en nuestro camino. No marcamos nuestro territorio, no ponemos ninguna barrera con nadie, porque Dios mismo no la ha puesto con nosotros.

Los cuatro chuchos que hoy formamos la plantilla de INFINITO MÁS UNO somos bien diferentes: una chica ortodoxa de Rumanía (Simona), un joven valenciano que, a los 28 años, repasa lo que aprendió en su Primera Comunión (Alexis), otro de 31, de Alcalá de Henares, que descubrió hace cuatro años, en Nueva York, que el rosario no era sólo una cuerda con bolitas, sino una oración que alguien escucha y atiende (Raúl) y un madrileño, católico practicante desde niño, que a los 40 años descubrió la diferencia que hay entre creer en Dios y dejarse amar por Dios (yo).

Si ya éramos inclasificables los primeros chuchos que empezamos en INFINITO MÁS UNO… ahora es más difícil ponerle un sello a esto. Porque esta caseta de chuchos ha sido ocupada por gente de toda raza y condición, llegados desde los cinco continentes. La mayoría de las incorporaciones son chuchos como nosotros, pero nos encanta ver que estamos rodeados, también, de individuos con etiqueta: carmelitas descalzos, monjas teresianas, solteros, casados y curas de Regnum Christi, del Opus Dei, de Lumen Dei, del Camino Neocatecumenal, de la Renovación Carismática, vírgenes consagradas, familias misioneras, cóctail de cardenales, obispos, sacerdotes y monaguillos, monjas Mínimas, escolapios, agustinos, cistercienses, salesianos… la lista es interminable, multicolor, multiforme, imposible de cerrar… imposible de aglutinar en un término que no sea… CHUCHOS UNIVERSALES. ¡Suena bien! Por supuesto, incluyo entre nosotros a tantas personas sin fe, ignorantes de Dios, que nos quieren y a quienes queremos y con quienes trabajamos y a quienes servimos. Y a personas de cualquier religión. Nadie desentona en esta descripción heterogénea de quiénes somos. Seas quien seas, ¡bienvenido a esta familia, que no se distingue en nada del perfil general de la Iglesia universal: hijos de Dios!

¡Acabo de recordar que ya lo dijo San Pablo en una carta que escribió a los gálatas! (así se llamaban los habitantes de la antigua Galacia, hoy Turquía, no confundir con Galicia): “Ya no hay judío ni griego, libre ni esclavo, hombre ni mujer. Ahora somos, todos, uno en Cristo”. Eso somos, eso es la Iglesia, la única Iglesia que puede haber fundado Jesucristo: la casa de todos. Donde se excluya a uno sólo… se excluye a Dios.