Un año de TIERRA DE MARÍA en cines

     El 5 de Diciembre de 2013 marcó el inicio de un año que ha pasado volando. En esa fecha despegó TIERRA DE MARÍA en España y hoy ya ha hecho escala en 25 países, de un modo discreto y silencioso, sin grandes fuegos artificiales.

     TIERRA DE MARÍA es una película difícil de encerrar en un género, pues mezcla ficción con documental, humor con religiosidad, drama con misterio… Se ríe, se llora y se piensa, en igual medida. 100% española, pero filmada en 10 países. Una rareza de cinta, como raro es su método de distribución: a los pocos días de terminarla, anunciamos a través de nuestras redes sociales su estreno en salas de cine para el 5 de diciembre… sin que tuviéramos ni una sola sala para su estreno. La decisión era insensata, según los criterios estándares de la industria cinematográfica pero… nosotros no aspiramos a recibir el premio a la sensatez. La mezcla explosiva de enamoramiento, confianza y libertad suele provocar actitudes que chocan con lo establecido. Si nos dejáramos guiar por el miedo, jamás habríamos producido LA ÚLTIMA CIMA, ni TIERRA DE MARÍA, ni nada de lo que hacemos en esta pequeña productora llamada INFINITO + 1. “Insensatos” es un calificativo que nos estimula.

     “¡Estrenamos!”, fue el anuncio. “¿Dónde?”, preguntó la gente. “Donde quieras tú”, fue la respuesta. Una sencilla pestaña en la web oficial de la película (www.tierrademaria.com) permitió que los espectadores nos dijeran en qué salas de cine querían ver TIERRA DE MARÍA. En lugar de pasar la iniciativa a una distribuidora que programase las salas sin conocer la opinión del público, o guiándose por criterios válidos para grandes producciones, nosotros decidimos que serían los espectadores, directamente, quienes dijeran si querían ver o no TIERRA DE MARÍA, y dónde. Con lenguaje directo y sencillo: “¿Quieres verla? Pídela”. En un solo día, eran cientos las solicitudes, desde muchos países. Pronto fueron miles. El siguiente paso era sencillo: contactar con las salas de cine que el público mismo ya había demandado. Y la respuesta de los exhibidores fue, desde el primer día, impresionante, ágil, moderna, abierta a un cauce innovador de distribución: el público es quien programa, a él hemos de servir. El cliente no es la productora, ni la distribuidora, ni los críticos de cine, ni las instituciones, ni los festivales. El cliente final es el espectador y, por tanto, dejemos que tome la iniciativa para el estreno, que ejerza el control de calidad y que decida con su asistencia si la película merece permanecer una semana más en cartelera o se ha de quitar. Donde haya un número suficiente de espectadores que soliciten una película, ¿por qué no dársela, adaptándonos al tamaño de la demanda? Si dan para llenar una sala… programemos una sala.  Y si dan para llenar docenas de salas, ¡mucho mejor! Dejemos que ellos marquen el ritmo de crecimiento, adaptándonos a la demanda real, no imaginada. En lugar de nacer grandes, para pronto morir pequeños… empecemos pequeños, para crecer de modo natural hasta donde decidan los espectadores, en cada lugar.

     La demanda de producciones cinematográficas que hablen sin tapujos sobre la espiritualidad del ser humano, sin renunciar al entretenimiento ni a la profundidad, es inmensa, muy superior a lo que se podría imaginar al analizar la escasa oferta. La falta de oferta no se debe a la ausencia de demanda. Hay una sed inmensa de producciones que muestren la realidad de vivir con Dios, y que estén concebidas para todos los públicos. De hecho, TIERRA DE MARÍA va dedicada, en sus primeros fotogramas, a un perfil incalculable de personas: “A los que buscan.” Si las películas de vaqueros se hubieran dirigido solamente a los propietarios de vacas o de revólveres, habrían fracasado. Si las películas de terror se hubieran dirigido a quienes tienen trato frecuente con monstruos, fantasmas o asesinos, habrían fracasado. ¿Por qué no hacer películas que hablen sobre Dios, sobre la belleza de una vida de fe, sobre las inquietudes espirituales del ciudadano del siglo XXI, para todos los públicos? ¿Por qué no dinamitar los prejuicios y las clasificaciones artificiales de personas? “Esta película es para creyentes, ésta es para ateos, ésta para católicos practicantes mientras que aquella es para no practicantes, ésta para protestantes, ésta para judíos, ésta para musulmanes…” ¡qué absurdo! ¿No es mejor hacer películas religiosas para todos los que quieran verlas, sin obligar a nadie y sin excluir a nadie? ¡Como cualquier película! Fuera prejuicios, fuera divisiones estrechas y artificiales, fuera “nichos de mercado”. La búsqueda de trascendencia es universal, en todas las personas, pero apenas hay oferta en el cine. Por el contrario, abundan los títulos en los que se promueve el mayor acto de fe posible: el ateísmo. Es inmensa la lista de películas que fomentan modos de vivir coherentes con ese ateísmo. De la ausencia de una autoridad superior a los impulsos instintivos del hombre, surgen tantos comportamientos opuestos al amor: la venganza, la agresividad, el rencor, la infidelidad, la búsqueda desenfrenada de placeres… Cada narrador habla de aquello que lleva dentro. ¿Por qué no hay más películas que muestren las consecuencias de aceptar el modo precioso de vivir, propuesto por Jesucristo? Sólo encuentro una explicación y se llama “miedo”. Por parte de quienes, como yo, conocemos la belleza del amor de Dios a los hombres, y la eficacia demostrada de vivir según sus recetas… pero no lo compartimos, a pesar de trabajar como contadores de historias, como guionistas, directores, productores, actores. He podido encontrarme en estos siete últimos años con compañeros de profesión que me han confesado, avergonzados: “no me he atrevido a hacer lo que haces tú, aunque tantas veces he pensado que debía hacerlo.” La respuesta está clara: “yo también tuve ese miedo ridículo, pero nunca es tarde, si la dicha es buena. ¡Ánimo, empieza, no te frenes a ti mismo ni permitas que te frenen otros, si tienes dentro ese impulso, que surge de Dios mismo, que te está pidiendo suavemente que le ayudes a difundir ese modo de vivir que cura todas las heridas del corazón humano! Si no tiene miedo quien promueve una vida que prescinde del amor de Dios… ¿por qué tú vas a tener miedo de promover la verdad de ese amor que has conocido? JUST, DO IT!”

     Once salas para el estreno de TIERRA DE MARÍA, en un sólo país, España. Resultado: en su primera semana de exhibición, TIERRA DE MARÍA fue la película con mayor promedio de espectadores por sala, doblando la cifra media de la siguiente en el ranking, FROZEN. En el caso de LA ÚLTIMA CIMA, tres años antes, esa media dobló el promedio de SEX IN THE CITY.  La estadística es irrefutable. ¡Hay demanda, no hay oferta! El público demandó estas películas, a pesar de no contar con ninguna ayuda oficial, ni estar promovida por ninguna televisión, ni tener presupuesto para publicidad en grandes medios, ni contar con caras famosas en su reparto. La clave de su crecimiento está en que gustó a sus primeros espectadores, que se convirtieron en anuncios vivos, mucho más eficaces que cualquier otro medio promocional. La esencia de su contenido y la libertad total de su formato, sorprendieron. Desde la primera semana en cartelera, aumentó el número de salas desde las 11 iniciales hasta 135 salas en España, permaneciendo cinco meses en alguna de ellas, cuando la media de permanencia, en la cartelera española, es de tres semanas. Desde el primer día, la ola se extendió de modo imparable, incluso para quienes quisieron frenarla usando los tristes cauces del poder en la sombra, que suelen ser ineficaces para frenar una iniciativa popular. Que nadie piense en confabulaciones ateas, ni en grupos anticlericales, ni en nada que se le parezca. Son cientos los mensajes de agradecimiento que nos llegan por parte de espectadores, que empiezan por la misma frase: “soy ateo, soy agnóstico…” y continúan narrando el efecto precioso que la película ha provocado en sus vidas. ¡Los detractores de TIERRA DE MARÍA fueron de lo más insospechado! Los define perfectamente el Papa Francisco, en su documento “La alegría del Evangelio”: “oscuros jueces que se ufanan por detectar todo peligro o desviación”. ¡Ay, cuánto han sufrido algunos, viendo que TIERRA DE MARÍA viajaba libre por su territorio, sin que pudieran frenarla!

     Tras el éxito en España, empezó su expansión por el mundo: Chile, Argentina, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Guatemala, Uruguay, Perú, Polonia, Puerto Rico, Italia, Hungría, Qatar, Paraguay, Bolivia, Estados Unidos, México… ¡22 países, en un año! ¡Qué éxito para el cine español, aunque los cauces oficiales de promoción del cine español no se hayan hecho eco! Y los que quedan… En el 2015 se sumarán Canadá, China, Francia, República Dominicana, Alemania, Chequia… Porque otra de las claves consiste en no tener prisa para estrenar. No pasa nada si se estrena en algún país, mucho después que en otro. Realmente, no pasa nada. La paciencia, todo lo alcanza…

     Tampoco pasa nada si el estreno es minúsculo, casi imperceptible. Huimos de lo que nace grande. En Hungría, por ejemplo, LA ÚLTIMA CIMA empezó con una sola proyección, un sólo día… pero permaneció catorce meses en cartelera, porque la demanda de espectadores fue creciendo, hasta expandirse por todo el país. De nuevo, se confirma que es posible confiar en los espectadores como motor de expansión de una película. Si los primeros salen contentos de la sala, la promueven de modo espontáneo entre sus conocidos. Y si salen defraudados, la película muere en cartelera, por mucho presupuesto que se invierta en campaña, por muchos premios que reciba o por grandes que sean los elogiosos de la prensa. Nosotros preferimos muchas nueces y poquito ruido, que mucho ruido y poquitas nueces. Si hablan de nosotros, bien o mal, los críticos de cine, los bloggers, las instituciones oficiales del cine o de la cultura, los políticos, los deportistas o los eclesiásticos… estamos encantados. Pero si pasan de largo, como ha hecho Televisión Española al rechazar la emisión de TIERRA DE MARÍA, no nos preocupamos. Seguimos adelante. Lo único preocupante sería que el público saliera de la sala defraudado, engañado, decepcionado. Es normal que a unos les guste y a otros no… sucede con todas las películas de la historia del cine… pero lo cierto es que la inmensa mayoría de los espectadores de TIERRA DE MARÍA salen felices, agradecidos, y muchos nos escriben para que lo sepamos. ¡Qué gran motivación para seguir produciendo!

     Por nuestra parte -los cuatro gatos que trabajamos en INFINITO + 1- sólo nos queda un sentimiento indescriptible de profundo agradecimiento. En primer lugar, y dicho sin ningún tipo de complejo, vergüenza, miedo, ni disimulo, -¡sería tan injusto!-  agradecimiento a Dios, el primer protagonista de nuestras películas. No sólo creemos en Él, sino que le amamos. Sin ese amor, no daríamos un paso, cerraríamos INFINITO + 1 inmediatamente, nunca hubiéramos nacido. Esta iniciativa surge de haber conocido el gran amor que Dios nos tiene a todos, sin excepción, un amor del que muchos no son conscientes, tal vez porque nadie se lo ha contado, o porque les han presentado a un dios que no existe, un dios antipático y distante que te estropea la vida, o al dios de unos pocos, al dios de los que son impecables… Somos ateos de esos dioses falsos. Para compartir el conocimiento del amor de Dios con todos, especialmente con quienes lo desconocen, nació INFINITO + 1. Estamos al servicio de todos pero, especialmente, de quienes ignoran la verdad sobre Su amor. Y no nos limitamos a “respetarles”, porque ese término marca una pequeña distancia con las personas, sino que AMAMOS a todos: a quien reza y a quien no reza, al creyente y al que duda, al que ignora y a quien rechaza abiertamente a Dios. A todos, sin excepción, amor. Y agradecimiento infinito a cada espectador, que por voluntad libre se convierte con su apoyo en co-productor, con un grado de implicación que nos abruma. La mayoría nos ayuda, sencillamente, pagando la entrada al cine o el precio del DVD o un visionado on-line, sin recurrir a los cauces piratas. Sin esa aportación económica, cerraríamos. Perdón por recordar esta perogrullada. Otros, además de con su dinero, nos sostienen con oraciones, tiempo y esfuerzos incalculables, con los que promueven TIERRA DE MARÍA en sus respectivas ciudades. Sin ese respaldo masivo y generoso, nosotros no haríamos absolutamente nada. Nuestra parte es relativamente fácil y muy placentera: producir una película. Los espectadores hacen lo difícil: lograr que se estrene y se difunda por el mundo, respetando los cauces honestos del mercado. Gracias, infinitas gracias. Sigamos trabajando, con vuestro permiso. A por la siguiente.

Juan Manuel Cotelo